¿Qué pasa después de la Muerte?

Arrepentíos, y creed en el evangelio.Marcos 1:15.
Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.Hebreos 3:7-8.

La Biblia finaliza con una solemne advertencia a todo aquel que añada o quite algo a las palabras de este libro (Apocalipsis 22:18-19). No nos es permitido alterar su sentido para satisfacer nuestros propios sentimientos o razonamientos.

Una verdad que molesta a mucha gente es lo que sucede con el alma después de la muerte. La Escritura es muy clara respecto a este asunto: el alma del creyente va a Jesús y goza de la felicidad de estar en su presencia. Espera la resurrección del cuerpo para experimentar una felicidad aún mayor y eterna (Filipenses 1:23). Contrariamente, el alma del incrédulo va lejos de Dios y experimenta el tormento (Lucas 16:19-31) mientras espera la resurrección del cuerpo, el juicio que le seguirá y la justa condenación en los tormentos eternos.

La Palabra de Dios es categórica: hoy, mientras vivimos en la tierra, es el día de salvación. El mañana no nos pertenece. “El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6). Después de la muerte no hay salvación posible; el evangelio de Lucas nos lo confirma: existe un gran abismo entre el lugar donde están los creyentes y el lugar donde se hallan, lejos de Dios, los que no creyeron (Lucas 16:26).

Dios nos dice además: “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas” (Deuteronomio 30:19).

Dios no está escondido

Tú eres Dios que te encubres…Isaías 45:15.

¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor?Isaías 53:1.

Cuando Jesús vino a la tierra, no había “parecer en él, ni hermosura”; no tenía atractivo, “para que le deseemos” (Isaías 53:2). No nació en un palacio, sino en un establo. Los ángeles anunciaron su nacimiento, no a los grandes de este mundo, sino a unos pastores. Al principio de su ministerio no llamó a sabios, sino a simples pescadores. ¿Por qué? Porque Dios no se manifiesta a “los sabios” y a “los entendidos” (Mateo 11:25), es decir, a los orgullosos que se creen tales. Detrás de la sencillez de los pasajes bíblicos, Dios permanece escondido para el lector superficial que no toma en serio pasajes como el de Jonás, tragado por un cetáceo, o el de David luchando contra el gigante Goliat; en cambio para los creyentes estos pasajes están llenos de sentido.

Sin embargo, Dios quiere revelarse. La creación da testimonio de su eterno poder y deidad, de modo que los hombres que no hayan dado gloria a su Creador serán declarados inexcusables (Romanos 1:20). Además, la Biblia nos revela el amor de Dios, su santidad, pero también su gracia hacia nosotros los pecadores. Para comprender la Biblia primeramente debemos tener la actitud confiada de un niño que se deja enseñar. Entonces, ese Dios escondido se vuelve un Dios revelado para el lector de su Palabra. Y esa revelación crecerá en la medida en que tengamos el deseo de poner en práctica las enseñanzas de la Biblia.

¡Qué felicidad tener esta comunión con un Dios que se dio a conocer en Jesús, su Hijo!

El Ser Interior

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.Romanos 5:5.
 
Guarda tu corazón; porque de él mana la vida.Proverbios 4:23.

En nuestra manera de pensar, el corazón representa los afectos, mientras que la cabeza evoca más bien la inteligencia, la reflexión. En el ser humano, la Biblia distingue espíritu, alma y cuerpo (1ª Tesalonicenses 5:23). El corazón representa el ser interior (espíritu y alma), mientras que el hombre exterior corresponde al cuerpo.

El ser interior del hombre y su cuerpo no se oponen, sino que están constantemente en interacción. Los acontecimientos, los contactos con las demás personas e incluso sus acciones tienen un impacto en nuestro corazón. A la inversa, nuestros pensamientos y decisiones se exteriorizan por medio de la acción.

En nuestro corazón se elaboran los pensamientos, los proyectos, y se toman las decisiones que comprometen nuestra responsabilidad. Es el centro de nuestra persona, lo esencial en contraste con la apariencia: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1° Samuel 16:7).

Al recibir al Espíritu Santo en su corazón, el creyente recibe el amor de Dios. Y este amor repercute sobre sus relaciones con los demás, los cuales pueden ver la paz y la alegría de la vida que él recibió de Dios.

¿Cómo podemos guardar nuestro corazón, centro y fuente de la vida? Huyendo del mal, ocupándonos del bien, vueltos hacia el Señor Jesús. Seamos verdaderos, simples, humildes, siempre conscientes del amor divino.


¿Un Dios Justo puede Perdonar los Pecados?

¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?Marcos 2:6-7.

El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.Marcos 2:10.

Cierto día un evangelista fue atacado con estos términos: – No me gusta su predicación, no me gusta la cruz. En vez de predicar la muerte de Cristo sería mucho mejor presentar a Cristo como ejemplo, como modelo. – ¿Estaría usted dispuesto a seguirlo?, preguntó el predicador. – Por supuesto. – Pues este es el primer paso: él no tenía pecado, era perfecto. ¿Podría usted decir lo mismo de sí? – Hombre, creo que no, todos pecamos. – Por ello, antes de tenerlo como modelo, usted lo necesita como Salvador.

El Salvador es aquel que sufrió por nosotros. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). La cruz del Gólgota, lugar donde el único justo fue condenado porque llevó nuestros pecados, nos muestra la gravedad del pecado a los ojos de Dios. Pero el único remedio, perfectamente suficiente para borrar todas nuestras faltas, es la sangre de Jesucristo. Gracias al sacrificio de Cristo, Dios nos ofrece un perdón completo y gratuito. “Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

La Fe


La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo
por la palabra de Dios,
de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Hebreos 11:1, 3.

Aclaración

Este Blog no tiene fines de lucro, ni propósitos comerciales, el único interés es compartir los gustos y las preferencias de su autor, con personas afines. Julio Carreto. Predicador